Se trata de un laboratorio, abierto a la comunidad, equipado con una moderna maquinaria para desarrollar robots.
Rodrigo Quevedo vendió huevos en la calle, fue militar, tuvo un puesto de completos, estudió Ingeniería Comercial y ahora es un nuevo personaje en la revista Condorito llamado «Rodrigo Teveo», el profesor que les enseña robótica a Coné y Yuyito.
Él es el padre del Robotics Lab, un moderno laboratorio de 180 m {+2} equipado con la más moderna maquinaria para desarrollar robots «made in Chile» y que mañana abre sus puertas a la comunidad.
«Queremos que sea el epicentro de la robótica del país y que aquí trabajen los mayores especialistas en la materia. Las puertas están abiertas para todos los que quieran desarrollar proyectos y también queremos que los estudiantes vengan a aprender», dice Quevedo. Y agrega, entre risas, pero orgulloso, que es la «casa de los ñoños».
Desde septiembre del año pasado que el también presidente de Achiro (Asociación de Robótica de Chile) está preparando el lugar. Ocupan un galpón en iF Blanco, un nuevo espacio que -al igual que el iF de avenida Italia- se está convirtiendo en un ecosistema del emprendimiento y la innovación.
En Robotics Lab hay 48 puestos de trabajo y múltiples instrumentos separados en laboratorios donde se hace electrónica, mecánica y programación: fresadoras, impresoras 3D y cortadoras láser, entre otros. Además de una pista especial para probar a los robots en funcionamiento. Ocho puestos están reservados para los miembros de Achiro, los otros los ocuparán quienes traigan proyectos interesantes.
Entre las joyas del laboratorio, hay 40 robots que les sirven para probar distintas funciones. Están los que bailan, los que tienen una inteligencia artificial prodigiosa o los que sirven de compañía. Con ellos arman un espectáculo, «el show de los robots», que presentan en colegios.
En el patio de este espacio colaborativo -que también comparte la nanotecnología y la internet de las cosas-, una mano robótica gigante sigue el movimiento que dicte una mano humana: un software capta el movimiento y lo replica. Este desarrollo fue una de las estrellas del último Lollapalooza.
El equipo de ocho personas que trabaja con Quevedo -entre ellos un doctor en robótica y varios ingenieros- fue quien creó la mano robótica. De sus cerebros nacen ideas descabelladas, pero prometedoras.
Una de ellas es Telemat, un robot de telepresencia que se empleará para que Alejandro Cruz, quien tras un accidente quedó con una discapacidad motora, pueda asistir a clases en Inacap. El robot irá a las clases por él y Alejandro, desde su casa, podrá ver a su profesor, interactuar con sus compañeros e incluso contestar pruebas, ya que el robot tiene una impresora incorporada.
Otro proyecto es un robot de $10 mil para que los escolares aprendan robótica. Y pronto impartirán talleres en conjunto con la Fundación Mustakis.
«Quiero que esto se convierta en una fábrica de genios para Chile, que las empresas puedan venir y desarrollar cualquier idea que se les ocurra, que desde acá se pueda hacer tecnología de punta y que Chile sea reconocido por eso. No quiero hacer un auto volador, prefiero trabajar para que una persona que no puede caminar pueda movilizarse», sueña Quevedo.
Fuente: Economía y Negocios.
