El Conjunto Virginia Opazo, emplazado en pleno centro de Santiago, parece un reducto del pasado, alejado completamente de la vorágine capitalina. Obra del destacado arquitecto Luciano Kulczweski, su estilo clásico y valor patrimonial llevaron a que el Consejo de Monumentos Nacionales lo declarara Zona Típica en 1992.
Por Carolina Valck H. / Fotografías Mauricio Escalona Photography
Saliendo de la estación del metro República, entramos de golpe a un Santiago congestionado y ruidoso, donde los bocinazos y la agitación parece penetraran por las venas. Nada hace imaginar que al caminar un par de cuadras, esta agitación de ciudad moderna se va disolviendo en el aire hasta llegar a un reducto del pasado, que parece detenido en el tiempo, por su arquitectura neoclásica de fachadas blancas incólumes y la calma que se respira, totalmente ajeno al bullicio capitalino.
El Conjunto Virginia Opazo, emplazado en la calle del mismo nombre, entre Av. Libertador Bernardo O’ Higgins y Salvador Sanfuentes, comprende 31 casas pareadas de dos pisos de color blanco que cuentan con cuidados patios interiores y antejardines protegidos por rejas de fierro, ventanas y puertas sin recargo, junto a balcones y mamparas de acceso, todo en aproximadamente 120 metros cuadrados.
Sus fachadas que relucen al sol y calman el espíritu, su ausencia de estridencias, han contribuido a que el Conjunto Virginia Opazo sea denominado como “un oasis en medio de la ciudad”. Este tesoro urbano tiene una característica que lo hace todavía más especial: un islote de casas existente en su centro, que, junto a la curvatura de las casas esquina, aporta una unidad y cohesión única, entregando al visitante una sensación de eternidad mientras camina por sus calles.
Obra de 1941 del destacado arquitecto nacional Luciano Kulczweski (1896-1972), presenta un estilo neoclásico, donde se nota fuertemente la influencia arquitectónica francesa e inglesa de la época. Este estilo clásico no se asemeja a la característica arquitectura de Kulczweski, gran representante del Art Nouveau, quien llegó a ser llamado “el Gaudí chileno”. En el Conjunto Virginia Opazo el arquitecto se aleja de un exceso de ornamentos y elementos decorativos, presentando una arquitectura de líneas más simples y austeras.
Esta misma formalidad arquitectónica enmarca el tranquilo ambiente del barrio: un espacio residencial, habitado en su mayoría por adultos de la tercera edad, quienes se declaran orgullosos de vivir ahí y mantienen un frente unido para estar alerta a cualquier proyecto o evento que venga a perturbar la paz del sector.
Su belleza arquitectónica convierte al Conjunto Virginia Opazo en un imperdible dentro de los recorridos capitalinos, permitiendo al visitante a cada paso irse sumergiendo en el Santiago de antaño -de una vida más simple y sencilla- y de a poco irse olvidando que se encuentra en medio de la capital en el siglo XXI.
Por este inmenso valor patrimonial y arquitectónico, el Conjunto Virginia Opazo fue Declarado Zona Típica de Santiago por el Consejo de Monumentos Nacionales en 1992. Este reconocimiento significó la integración de nuevas normas a cumplir en relación con la mantención de la infraestructura, como la obligatoriedad de mantener el color blanco en las fachadas y la necesidad de pedir autorización al Consejo ante la realización de cualquier modificación.
NACIMIENTO DE UN OASIS CAPITALINO
Todo se inició en la Quinta Meiggs, un extenso campo ubicado cerca del centro de Santiago, donde el empresario Henry Meigss fijó su residencia en 1866, mandando a construir un lujoso Palacio rodeado de un extenso parque. Al pasar de los años, el Palacio cambió varias veces de dueño, generándose periodos de abandono de la propiedad, por lo que finalmente se decidió por demoler la mansión y construir sobre ella el actual Conjunto Virginia Opazo.
La construcción de este conjunto surge como respuesta a la creciente migración campo-ciudad que experimentó el país a principios del siglo XX y que se potenció aún más luego de la crisis económica de 1930, generando un aumento de la población urbana focalizada en Santiago. En este escenario, los pasajes y cités resultaron ser la respuesta más práctica al problema de la vivienda, cuya arquitectura fue dependiendo del destino socioeconómico de las residencias, oportunidad en que para los sectores de clase media, se trabajó preferentemente con las corrientes europeas de moda en la época como el “art deco”.
Aquí emerge el arquitecto Luciano Kulczewski al construir este conjunto neoclásico de 31 casas de dos pisos con influencias del viejo mundo. A partir de esa época, el lugar pasó a ser un barrio de la clase alta santiaguina. Posteriormente, en la década del `60, el sector fue habitado por militares retirados y sus familias. De hecho, se postula que el nombre de Virginia Opazo fue puesto en honor a la madre de uno de estos militares.
Hoy el sector mantiene su calma y sobriedad, siendo un recorrido urbano de preferencia para visitantes y turistas que buscan alejarse aunque sea un rato de la agitada vida citadina.