Inmensos cielos de profundo azul enmarcan un paisaje lleno de contrastes. Un pueblo emplazado a 1.670 km al norte de Santiago donde fácilmente se puede perder la noción del tiempo gracias a su extraordinaria quietud pero también a su bullante actividad. San Pedro de Atacama, posee esa duplicidad y experimentarla resulta una experiencia sin igual, si se complementa con un hotel que invita a descansar y disfrutar el entorno.
Por Nathaly Lepe D. / Fotografías Mauricio Escalona Photography
La capital arqueológica de Chile sobrecoge. Sus paisajes inmensos e interminables nos recuerdan al enfrentarlos lo pequeños que somos frente al mundo. Una singular belleza que indudablemente se disfruta mejor cuando el lugar escogido para descansar busca ser una parte más de este entorno insuperable.
Ese es el caso de Tierra Atacama Hotel & Spa, un espacio que logra ser más que un alojamiento sino que se transforma en un lugar donde huéspedes de todo el mundo se reúnen para descubrir la belleza del Altiplano y del Desierto de Atacama.
Imponente vista desde el Hotel Tierra Atacama hacia el volcán Licancabur
Destaca el compromiso que tienen Tierra Hotels con el medio ambiente; tratando de utilizar alimentos cultivados en la zona o en el mismo hotel, la selección de vinos son producidos con uvas biodinámicas, los desechos orgánicos son utilizados como abono, el agua se recicla y se reutiliza en las tierras y se reciclan los desechos (metales, plásticos y vidrios).
Ubicado a sólo a 20 minutos de caminata del centro del pueblo de San Pedro de Atacama este espacio abre la puerta para conocer lo que las culturas Aymara, Atacameña e Inca entregaron a la región y para descubrir los cielos nocturnos y las estrellas, un interminable desierto y la indomable naturaleza, acompañado de la hospitalidad propia de un hotel boutique.
Respeto con el entorno donde se ocuparon materiales de la zona en la construcción del hotel.
CONDICIONES AMBIENTALES
El hotel Tierra Atacama, es obra de los arquitectos Rodrigo Searle y Matías González y puede definirse como un proyecto que trabajó con materiales de la zona y que se concibió pensando no sólo en los requerimientos de un hotel de buen nivel en un destino extremo, sino también como un ambiente de respeto al medio ambiente y al alto valor histórico y patrimonial del sitio.
Esto último queda reflejado en la incorporación de un ancestral corral de toros usado hace años en el tráfico de ganado, el que es aprovechado por los arquitectos, como patio de acceso al proyecto, generando así un vacío, un silencio a la llegada.
Vista al acceso del hotel manteniendo los colores predominantes de la zona.
También se conservó un suelo con alto valor arqueológico trabajando sobre una plataforma rectangular que enfrenta la cordillera, focalizándose en el volcán Licancabur, eje rector del proyecto la que avanza hasta una gran plataforma rectangular que se levanta sobre el paisaje.
En un análisis realizado por los propios arquitectos, en la memoria del proyecto del hotel, destacan el cumplimiento de las condiciones puestas para lograr el fin último; un espacio que demuestre pasión por el entorno.
Módulos independientes son la arquitectura empleada para las habitaciones, conectadas por un patio interior, siempre con vista al altiplano.
“La primera condición, el encargo, se resuelve proyectando más que un hotel de paso, un lugar para estar y quedarse; las habitaciones se compensan entre ellas ofreciendo todas la mejor panorámica, el mayor resguardo y confort posible con los recursos y artesanía a la mano”, explican.
El interior del hotel decorado en forma sencilla y con elementos de la zona.
Por otra parte las disposiciones ambientales se cumplen, porque todo lo construido se apoya sobre la plataforma de relleno “que nos salva de intervenir un suelo con alto valor arqueológico, manteniendo intocado lo existente; el entorno por mucho tiempo dejado de lado, recupera nuevamente su vocación agrícola y se rescatan los cultivos de grano, frutales y flores propias del lugar”.
Patio interior
Y finalmente, el valor del lugar, paisaje extenso y diverso, “se recoge por partes, en recorridos que enmarcan vistas y sucesiones de patios, que van desde lo más abierto y desolado, pasando por espacios intermedios con huertos, agua e higueras, hasta lo más privado, sombreado y protegido para cada uno de sus ocupante”, argumentan.
ARQUITECTURA DE EXPORTACIÓN
La belleza del diseño de Tierra Atacama formó parte de la exhibición en la sala de artes visuales del GAM “Blanca Montaña”, una exposición que retrata 20 años de trayectoria de la arquitectura chilena a través de una selección que muestra emblemáticas obras construidas por arquitectos chilenos de los últimos años.
La piedra, es también un elemento fundamental en la arquitectura del hotel.
Tierra Atacama, recibe un lugar especial por sus especiales características. Para Claudia Pertuzé, directora ejecutiva de Ediciones Puro Chile e impulsora de ‘Blanca Montaña’, las dos obras de Tierra Hotels son sumamente respetuosas con la cultura donde se instalan y con el paisaje en que están inmersos.
Comedor muy acogedor al igual que la atención del personal del hotel.
Cabe destacar que en la exposición también se incluyó Tierra Patagonia, Hotel & Spa, obra de la reconocida arquitecta Cazú Zegers, inspirado en las formas que dibuja el viento que destaca por el diálogo que genera con el paisaje.
Miguel Purcell, Gerente General de Tierra Hotels, aclaró que “es un privilegio que nuestros dos hoteles estén considerados como parte de la mejor arquitectura chilena. Siempre buscamos ser respetuosos con la belleza del paisaje a través de proyectos innovadores a cargo de grandes talentos nacionales y creo que hemos logrado nuestro objetivo”.
Vista de la piscina y espacios exteriores.
Espacio de comedores del hotel
