Pese a este incremento, se trata de un sector todavía muy masculinizado
Si todavía hoy resulta poco habitual ver a una mujer a pie de obra, hace más de 20 años cuando la canaria María José Pérez Sosa comenzó a trabajar como gruista era casi imposible toparse con un rostro femenino en la construcción. De hecho, esta canaria, de 47 años, fue una de las primeras mujeres en subirse a una grúa. Y recuerda en una conversación con EL MUNDO que estuvo a punto de tirar la toalla: «Cuando llegué el primer día y miré a mi alrededor vi tanto hombre que pensé: ‘¿qué hago yo aquí, me voy?’ Pero al instante reaccioné y me dije: ‘Es ahora o nunca'».
A Pérez Sosa siempre le habían gustado las máquinas, «desde que era una niña», y cuando trabajaba como empaquetadora de plátanos le surgió la oportunidad de hacer un curso gratuito para convertirse en gruista. Y no se lo pensó dos veces. Tras aprobar, la llamaron para hacer una entrevista. «Me reconocieron que pensaban que se trataba de un error, y que se habían equivocado al pasarles los nombres de los candidatos. Nadie esperaba una mujer. Pero me hicieron la prueba, les gusté y empecé a trabajar», explica.
Pérez Sosa es una de las 106.400 mujeres que trabaja en la construcción, según datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), correspondientes al segundo trimestre del año.
Pese a que su número está aumentando, un 10,26% tan sólo en el último año (si comparamos el segundo trimestre de 2018 y el de 2017), lo cierto es que el ‘ladrillo’ es todavía un sector muy masculinizado, con una presencia mayoritaria de hombres (91,3%), frente al 8,7% de mujeres.
Las que deciden probar suerte en una actividad que está volviendo a crecer -creando 15 de cada 100 puestos de trabajo- tienen que hacer frente aún a numerosos prejuicios y estereotipos. Sin embargo, se trata de un sector que puede ofrecerles mejores condiciones y salarios que otros donde las mujeres suelen buscar empleo de forma más habitual como los servicios o las actividades dedicadas al cuidado.
«Yo animaría a todas las chicas que les guste y que se lo estén pensando por un sector con más hombres a que prueben y no se echen atrás. A mí al principio me trataban como una muñeca de cristal, pero con el paso del tiempo y conociendo mi trabajo ahora me tratan como uno más», afirma orgullosa.
Fuente: El Mundo