El masivo proyecto de inversión en infraestructura busca relanzar la milenaria ruta comercial que unía a China con el Occidente a través de una nueva vía terrestre y una marítima. Entre amenazas proteccionistas, la iniciativa se constituye como un esfuerzo por el libre comercio. Sin embargo, algunos lo ven como una expansión de influencia.
Casi trescientos años después de que se terminara de disolver la Ruta de la Seda, un corredor comercial que mantuvo a China conectada con el Occidente por milenios, el gobierno de Xi Jinping apuesta por revivirlo.
Propuesta por el presidente del gigante asiático en 2013 y aprobado por el Consejo Estatal del país, el plan de acción llamado “One Belt, One Road” (OBOR) busca conectar a través de un fuerte programa de inversión en infraestructura –puentes, carreteras, puertos, ferrocarriles, líneas de transmisión eléctrica– a China, Europa y África.
En esa línea, China ya ha firmado acuerdos de cooperación bilateral con distintos países –como Rusia y Turquía– y ha hay “una serie” de proyectos de infraestructura terminados o que se están llevando a cabo, según comentó ayer el vicepresidente de la Asociación de la Banca de China, aunque no dio mayores detalles.
Y el número completo será masivo. Según comenta Shanjun Li, co-director del Cornell Institute for China Economic Research, se estima que completarlo tomará “múltiples billones de dólares”.
Esperanzas y desconfianzas
En un contexto en que los países desarrollados, en particular Estados Unidos, están dando un giro hacia el proteccionismo, China parece constituirse como el nuevo gran defensor del libre comercio internacional.
“La iniciativa OBOR es un apoyo grande por parte de China a profundizar el proceso de globalización”, comenta desde Beijing la Dr. Lai Suet-yi, investigadora de post-doctorado del Research Center for China-EU Relations de la Universidad de Tsinghua.
Aunque este proceso es irreversible, es posible hacerlo más inclusivo y justo, explica, que es a una de las cosas a las que apunta la iniciativa china, impulsando a la parte menos desarrollada de China y países emergentes, “ayudándolos primero a construir infraestructura que los conecte a la economía global”.
Lai destaca que el corregir el desbalance entre la parte oriental del gigante asiático (más desarrollada) y la occidental (menos desarrollada), “la economía de China va a crecer, y va a ser un crecimiento muy saludable”.
A esto se agrega que la iniciativa apunta a reducir las barreras comerciales a través de acuerdos de libre comercio y facilitar el flujo de bienes, información, tecnología e incluso capital humano, señala Li.
Sin embargo, la enorme iniciativa no ha estado exenta de polémicas, y ha despertado las desconfianzas en distintas latitudes.
Al abarcar tantos países –más de 60, según el profesor de Cornell–, han surgido voces críticas que apuntan a que esta es una movida orientada a expandir la influencia del país asiático o que sólo China se beneficiará del proyecto.
La investigadora de Tsinghua concuerda con que este conjunto de proyectos va a aumentar la influencia del país en el mundo, al incentivar a más compañías e inversionistas chinos al salir del país, pero también destaca que también es un intento de “tomar responsabilidad” sobre el proceso de globalización del que “se ha beneficiado mucho en los últimos 30 años”.
Li, por su parte, resalta que, en un momento en que acuerdos como el Nafta (Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, por sus siglas en inglés) se ponen en duda en el mundo, OBOR podría convertirse en “punto de quiebre” en la influencia económica y política china en el plano internacional.
“La iniciativa podría servir como una fuerza opuesta (al proteccionismo) que promueva el comercio internacional y la cooperación económica”, explica.
¿Oportunidades para Chile?
Por la amplia demanda de construcción que los proyectos van a requerir, esta iniciativa se constituye como una oportunidades para las constructoras chilenas, indica Mauricio Benítez, director de BDO Americas China Desk, la división de BDO China encargada de asesorar firmas americanas. Sin embargo, también será una oportunidad para el sector agroindustrial.
Según comenta, los hábitos del consumidor chino están cambiando, “elevando la calidad del alimento” que busca, lo que se presenta como una oportunidad para el agro chileno, con productos considerados como de calidad.
Además, entrar al mercado de la segunda economía del mundo representa una oportunidad debido a que concentra casi un sexto de la población mundial, comenta Benítez. “Es el minuto para operar desde China”, dice el representante de BDO, agregando que “ya hay mucho interés” en instalarse en el país asiático.
A pesar de que todavía no hay claridad sobre las políticas que se van a adoptar –con respecto a los regímenes arancelarios, por ejemplo–, ya se están eliminando barreras comerciales a nivel legislativo, adelanta.
Otra arista que podría afectar a la economía nacional es el precio del cobre, del cual China es el principal comprador a nivel global.
Si bien los niveles de inversión en infraestructura en la potencia asiática es uno de los fundamentos del precio del cobre, especialistas advierten que OBOR no necesariamente va a disparar el precio del metal rojo en el largo plazo.
Andy Home, analista senior de metales de Thomson Reuters, advierte que el cobre tiene una respuesta tardía a los estímulos a la construcción y la infraestructura. Otros metales industriales, como el hierro y el acero, se verían privilegiados por eso.
Es más, agrega, “cualquier aumento en la demanda de cobre proveniente de OBOR va a depender de qué se está construyendo exactamente”. Las ferrovías, por ejemplo, utilizan mucho cobre. Las carreteras no.
Fuente: Pulso